Probablemente Carmen, la hermana de Jairo
Salcedo, habría vaticinado su futuro cuando a los 15 años advertía en su andar
algún estilo cowboy como aquellos jinetes de Marlboro. Pero Jairo solo sabía de
herencias que se enlazan entre corpulentos brahmas en los llanos colombianos.
Cuenta Jairo que vive en un lugar privilegiado,
que su vida está dedicada al campo, la naturaleza y tranquilidad de los llanos.
Y que la única película que recuerda haber visto fue El Padrino. Sin embargo,
la pantalla grande de la sala 1 de Cinemacenter refleja la mirada turquesa del
más soberbio y machista hombre que haya vivido en esos campos, Don Silvio. Un
patriarca de ley. Es la misma mirada fija que atraviesa la mesa del bar en una
charla amena sobre su familia, sus hijos, la naturaleza, el cine… luego me
contará que nunca tomó clases de actuación, que no ve televisión ni mucho menos
películas pero que, pensándolo bien, si surge algún proyecto seguro podría
animarse. Como lo hizo con “Tierra en la
lengua”, un libreto que tocó a su puerta e interrumpió su trabajo ganadero.
Dice que un día estaba en su finca Casanare con su señora y llega una compañera
de estudios de ella contando que su hijo estaba buscando un actor para una
película que quería filmar y debía ser un personaje real. La urgencia de Rubén
Mendoza, el director de la película, por rodar en tiempos de verano donde el
campo se seca, los amarillos sobresalen y los animales enflaquecen demasiado,
hicieron de aquel vaticinio de Carmen un hecho real.
Jairo, luego de amarrar sus enormes perros (los
mismos de la película) y escuchar de lejos la conversación exclamaría desde la
puerta “Aquí estoy para servirlos, ¿en
qué los puedo ayudar?”. Nada más y nada menos que en todo. Desde las vacas,
caballos, la cama, los aperos, cuadros, el carro y los perros hasta su cuero,
sus gestos y su cuerpo desnudo.
Durante cinco semanas el equipo de
producción lidiaba entre mosquitos,
zancudos y garrapatas en la zona de Maní Casanari, y Jairo se sentía como en
casa. A pesar de sufrir la escena más dura junto a su perro, caminar con el
cuerpo desnudo y enjabonado por la galería y luego clavarse un puñal antes de
una exagerada y prolongada tos, no dudó
en poner el corazón en cada desafío. El orgullo por mostrar su tierra que en lo
personal asegura es la más linda de Colombia.
Tiene 68 años, lo veo sentado a lo lejos con
sus ojos color mar iluminando la noche oscura de San Juan. Está expectante
viviendo la gala final del Festival Internacional Unasur Cine, y no sabe que en breves
la voz de conducción dirá que el jurado de este festival otorga el premio de
actor Revelación a Jairo Salcedo por “Tierra en la Lengua”.